viernes, agosto 08, 2008

El día de la Marmota

Hay muchas probabilidades de que esta entrada, meditada ya en anteriores ocasiones, empezada una vez y siempre interrumpida por cualquier cuestión de mayor o menor importacia, entre de nuevo en el círculo vicioso de lo inacabado o inempezado... como tantas cosas, en general.
De hecho, sería lo consecuente con el tema de la entrada, con el título y con la realidad que trato de plasmar. Sería una prueba feaciente del círculo vicioso en el que me encuentro y que me tiene atrapada. Después de perder un poco el tiempo buscando una imagen para ilustrar o amenizar esta entrada, me dispongo a escribir.
Hace tiempo que estoy atrapada en una rutina que no me gusta, descuidando las labores que deberían ser mi prioridad, sintiendo que malgasto mi vida, egoístamente hablando. Siento que en algún momento de mi vida tomé una decisión errónea que me ha llevado a donde estoy (y como estoy). Ahora soy incapaz de dar un paso para salir de mi día a día, la inercia es más fuerte que yo y se empeña en doblegar mi ánimo. En un acto absurdo de rebeldía, me fastidia cumplir con las labores que asumí un día, por propia elección (porque me compensaban, porque me ayudarían a alcanzar mi objetivo), y se apodera de mí una desgana que comienza a transmitirse en el trabajo que hago. Los días se me escurren de las manos, como pescaditos vivos, y no consigo recuperar mi el control de mi trabajo, la sensación de eficiencia, el orgullo por mi trabajo, mi capacidad de decisión (mi poca capacidad de decisión)... A veces lo achaco a que no me gusta lo que hago, otras a que no me gustan mis compañeros, a que echo de menos a los que tenía antes, otras a que no me siento motivada... El caso es que entre unas cosas y otras, no me siento satisfecha cuando acaba el día con lo que he hecho, ni con las decisiones que he tomado. Y mi sentido común siempre viene a visitarme demasiado tarde, cuando el día ha terminado, o cuando estoy conduciendo de vuelta a casa (independientemente de la hora que sea).
A veces esta sensación de continuidad entre un día y otro, incluso entre el viernes y el lunes, me agota; me desanimo y comienzo a cantar una vieja canción, de la que sólo ha cambiado parte de la audiencia, pero cuya letra es más que conocida para los que siempre han estado ahí. A veces me pregunto si es este anticanto de sirena el que, al contrario de lo que puede parecer, auyenta al que lo escucha. Me pregunto si este canto no será una condena que estoy cumpliendo por algo... Me encierro en mi reflexión, pero nunca llego a ninguna conclusión. Bueno, digamos que no me lleva a ninguna determinación. Como he dicho, el desánimo me puede. Hace tiempo que dejé de creerme esos cantos de sirena que terminarían con todo esto... Me remito a los hechos. Es como sufrir una pérdida de fe. Me escudo en tantos escepticismos que desmorono el castillo antes de construirlo. Ya no me vale hacerlo por orgullo, porque estoy harta de mí misma. Ya no me vale hacerlo por mis padres, por mis abuelos, por nadie, porque me rebelo contra mi alienación. Ya no me vale hacerlo por mi proyección profesional, porque me he rebelado contra mi situación con cierto retardo y persistencia. Ya no me vale hacerlo por pura lógica, porque la lógica en sí misma no me motiva a actuar. Sólo me dejo llevar por la inercia, por el día a día. Me dejo llevar, sin más...
No sé cuántas veces a lo largo del día comienzo una frase con "debería...". Y no se cuántas veces me digo "mierda, no lo hice. Otro día más que ha pasado y no he... ". Un día, hablando de mi exjefa, alguien dijo, "si yo no dudo que fuera buena en su día, pero yo creo que se vio en una situación en la que estaba sola y se ve que dio tanto que, ahora, ya no le queda nada y se ha vuelto una vaga". No puedo evitar sentirme identificada con estas palabras, igual que no puedo evitar preocuparme porque telita con la exjefa...
Lo único que hago es levantarme, como cada día, trabajar en lo que surge, como cada día, lamentarme, salir más tarde de lo que me había prometido, mantener la sensación de haber perdido el tiempo y volver a casa, esperando que nadie me pregunte qué tal mi proyecto. Por las noches me acuesto y duermo tranquila, engañándome con la idea de que al día siguiente conseguiré madrugar y algo cambiará la rutina. Pero todo sigue siendo igual.
Hasta me produce desgana hablar de ello. Me aburre. Bueno, en realidad me aburro a mí misma.

No hay comentarios: